El maestro Shoei Miyazato nació el 30 de marzo de 1928 en la localidad de Nishihara, Prefectura de Okinawa, al sur del Archipiélago de RyuKyu. Actualmente es décimo Dan y cabeza de una gran institución las “Escuelas Miyazato”, las que en la actualidad tienen setenta y dos sucursales en las quince provincias argentinas y otras once en el exterior del país. Aparte de viajar permanentemente al Japón, estuvo radicado en ese país desde 1991 hasta 1997, año en que regresó para radicarse definitivamente en Argentina. Hoy su vida se reparte en sus tres pasiones, el Karate, sus nietos y sus gallos de riña. De la extensa conversación con el Sr. Miyazato, creo que lo primero que debemos puntualizar es que en la actualidad, en Japón el único gallo usado para el combate es el Shamo, los hay desde 7 a 11 libras aproximadamente, riñen con sus espuelas naturales recortadas y las luchas se prolongan hasta cumplir una (1) hora. Cuando le pregunté si tenía información sobre la utilización de otras razas para el combate, fue terminante, ningún gallero y algunos muy ancianos, por lo menos en la prefectura de Okinawa, jamás vieron ni escucharon que algún gallero criara otra raza que no fuera el shamo. Cuando le comenté que me parecía extraño que ningún aficionado tuviera noticias de la existencia de esos pequeños gallos negros llamados Tuzos, se sonrío y me dijo que si tengo dudas viaje a Japón, recorra todo el país y que si encuentro uno que responda a las descripciones de algunos autores, me paga todos los gastos y me regala todos sus Shamos negros. ¿Alguien podrá dar una explicación medianamente creíble, porqué un gallo que los criadores nipones desconocen su existencia, es criado y ofrecido a la venta por diferentes criadores de Europa y América como elpequeño supergallo del planeta? La verdad es que los galleros tenemos una capacidad para
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fantasear inigualable. Salvo que crezcan como el maíz, sembrando su semilla, es imposible pensar que a partir del regalo de un guerrero Samurai o de la generosidad de algún príncipe que los criaba en sus jardines, hoy tenemos cientos de Tuzitos que se ofrecen a la venta en diferentes países, menos Japón, por supuesto. Habría que preguntarle a cada criador japonés que opina al respecto. Creo que el tema más importante y que nos toca muy de cerca, es saber con qué criterio el gallero japonés selecciona sus Shamos. En esto el Sr. Miyazato fue muy claro, poder en las patas, resistencia al castigo y sobre todo gran peleador, el aficionado nipón no acepta un gallo que no pelee enyugado con su adversario, tratando de que ceda su posición para morder y atinar con comodidad. El Shamo generalmente define las luchas por el tremendo poder de sus golpes y no por el buen uso de sus espuelas, ya que estas al estar recortadas no tienen el efecto de las armas artificiales, mucho más agresivas; como Uds. verán lo que resulta una virtud para los japoneses, la fuerte predisposición para la lucha, para argentinos y brasileros suele resultar un problema, puesto que con armas más agudas el gallo excesivamente luchador, que tira poco, tiene todas las de perder cuando se enfrenta a reñidores de buena boca, ofensivos, que salen a hacer diferencia desde el inicio del combate. Si tomamos en cuenta que el gallo argentino-brasilero, tiene un altísimo porcentaje de sangre de Shamo, alrededor de un 70% y que fue reforzado en su carácter con sangre de asiles y calcutas en el orden de un 20% aproximadamente (estas dos razas se caracterizan por su inusual finura pero son algo lentas y frenteras para el combate) debemos convenir que gracias |
a las pequeñas infusiones de sangre de origen español que poseen la mayoría de nuestros orientales, se ha logrado, aunque parcialmente, mejorar boca, agresividad, plumaje, precocidad y porque no, espuela. Habría que preguntarse ¿si todo indica que inyectando razonablemente sangre de origen español se podría mejorar sustancialmente la calidad de nuestro oriental, porqué no lo hacemos? Creo que hay más de una razón por la que los galleros argentinos prefieren solucionar sus problemas o mejorar lo que se tiene, recurriendo al gallo nacional y no intentar con animales de otra procedencia. Hay una enorme desconfianza hacia algunas de las denominadas razas “puras” pues la mayoría ha tenido malas experiencias o pésimas referencias, sobre todo con los asiles que se crían en la Argentina, que salvo honrosas excepciones, carece de capacidad combativa. El Shamo, base de nuestras crías, es muy difícil de conseguir, ya que a todas las dificultades para importarlos de Japón, hay que sumarle el altísimo precio que se pagan en dicho país, alrededor de 2.000 dólares, según el maestro Miyazato. ¿Porqué cualquier criador aceptaría gustoso incorporar un Shamo y no un Asil, un Calcuta o un Español, aunque éstos fueran de excelente calidad? La respuesta es bastante simple, en la primera generación del cruce entre un Shamo y un gallo nacional, suelen aparecer animales con un poder descomunal en las patas y más allá de que les puede faltar boca o resultar demasiado pasivos en su forma de pelear, se hace muy difícil aguantar el poder de sus golpes. En cambio las cruzas con Asiles, Calcutas o Españoles, pueden ser altamente beneficiosas, pero tienen una gran contra, el tiempo, generalmente se requieren tres cruces como mínimo para lograr gallos aptos para el combate, son muy pocos a los que les interese llevar a cabo un arduo trabajo de cruzas y selección, convengamos que nuestro deporte está cargado de urgencias, que el éxito no puede esperar. El prolongado divorcio entre galleros argentinos y el gallo de origen español ya tiene décadas, resulta impensado encontrar un gallo de ese origen en gallera alguna, hay un fuerte recelo a incorporar su sangre, pues hay una creencia generalizada de que nuestro oriental perderá fortaleza, pulmón y estructura, atributos indispensables para sostener combates con espuela corta y de una hora de duración. No tengo demasiadas dudas que en un primer cruce aquellos temores probablemente se conviertan en realidad, pero ¿donde está escrito que para minimizar los evidentes vicios que posee nuestro oriental en un primer cruce mágicamente desaparecerán? en ningún lado. Si fuera así, todo resultaría demasiado fácil, la crianza del gallo de riña no es una ciencia exacta, donde el científicista metódico y paciente derrota sin atenuantes al criador improvisado, anárquico, desordenado; todos sabemos que no es así, los triunfos y las derrotas van y vienen, por experiencia propia sabemos que los defectos de algunas familias no desaparecen alegremente con la sola infusión de virtudes ajenas, será por eso y por muchas otras razones, que algunos consideran a la cría del gallo de riña un arte. Quizá tengan razón, se vive en carne propia cuánto cuesta mantener un nivel aceptable, decoroso y parejo, cuántas veces no encontramos respuestas racionales para algunos retrocesos, quizá en el esfuerzo por comprender a nuestra madre naturaleza, caótica, irascible, imprevisible, capaz de producir de una misma madre un santo y un asesino serial, radique la posibilidad de encontrar pequeños resquicios para poder vulnerar tanta incertidumbre. Quizá en el afán de lograrlo todo, de criar gallos libres de todo defecto, esté nuestro mayor pecado, creo firmemente que si somos capaces de mantener la calidad en nuestros animales, si no nos dejamos tentar por Mandinga (el diablo) incorporando veneno disfrazado de “virtudes”, es casi seguro que la calidad resultará un poderoso imán para atraer otros atributos, el autentico criador no desecha nada, salvo el gallo ordinario; la consanguinidad, los cruces comunes, el orden, la intuición, el experimento, serán algunas de las herramientas que libre de todo prejuicio utilizará cuando lo considere conveniente. Creo que nuestra desconfianza hacia el gallo de origen español, nos está privando de un valiosísimo aporte para mejorar lo que tenemos, un buen gallo de ese origen, ojo no los extremadamente frágiles, sino aquellos que pueden sostener media hora de lucha sin menguar su ritmo, pueden resultar la mejor solución para romper con ese círculo vicioso en el que nos encontramos inmersos los criadores de estas latitudes. Es probable que algunos criadores mexicanos estén introduciendo sangre oriental, no porque estén convencidos de sus bondades, sino porque no les queda otra salida, puesto que resulta muy difícil competir contra las cruzas de español y oriental, quizá más de uno intentó fortalecer a sus españoles sin mestizarlos con asiáticos, lamentablemente hay realidades que se contraponen a nuestras convicciones, a nuestros gustos, a veces lo más inteligente resulta aceptarlas, pero sin renunciar a criar gallos que a la hora de la verdad se desempeñen con el temple y la fiereza propias de un auténtico gallo de riña. Creo que para lograrlo, el aporte del gallo español resultará vital, determinante, sería nefasto no mantenerlos “limpios”, sin cruce alguno, pues éstos serán los correctores de los defectos que sin lugar a dudas irán apareciendo a medida que se realicen cruces entre mestizos de diferente origen. Tendrán que tener en cuenta que el factor “Shamo” tendrá una fortísima influencia en cada cruce. A todos aquellos que utilizan la consanguinidad como método para intentar acelerar el proceso de fijar virtudes y atenuar algunos defectos, les sugiero que los cruces consanguíneos deben estar acompañados por el máximo de “afinidad” entre ambos progenitores, es común observar que entre familias de orientales, aún las que tienen una buena dosis de sangre en común, mantener notorias diferencias de estilos. Les confieso que a los porcentajes de sangre, no les doy nada más que un valor referencial, una forma de graficar alguna idea, pues me resulta muy difícil digerir, cómo gallos con un 90% de sangre oriental con abuelos y bisabuelos que pesaban entre 6 y 7 libras, pesen menos de 4 libras y tengan todo el aspecto de un gallo Español. Me parece una buena idea desestimar de plano que un gallo con un determinado porcentaje de sangre, esté obligado a comportarse de acuerdo a las características de las razas o familias intervinientes en el cruce. Por último les recuerdo que una selección implacable, sin concesiones, aunque no nos garantice el éxito, puede ser un buen aliado para ahorrar nuestro esfuerzo, nuestro dinero y sobre todo nuestro tiempo. Un fraternal abrazo para todos.
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