El instinto vulteránico
Por Juan Pablo Rolón
 
"Un esfuerzo por comprender porqué a una selecta elite de gallos de combate, sólo la muerte los puede detener en su intento de aniquilar a sus eventuales enemigos."
El hecho que se pone de relieve poderosamente, cada vez que el gallero ejecuta sus destrezas y lleva a la práctica su arte, en el preciso momento en que sus gladiadores han de dar muestras de coraje, valentía y fiereza; que son los rasgos que, si el criador es talentoso, hacen henchir su seno de orgullo, por ser él el sabio seleccionador que ha logrado modelar, pulir y acumular en sus planteles tales excelsas virtudes; ofrece para todo aquel que ha ahondado en la bibliografía y ensanchado sus conocimientos sobre las aves de riña, un misterioso piélago de circunstancias, la casi tangible noción de que, en ésta singular rama del arte (las aves de combate), hay una dimensión o faceta ignota, colmada de elementos latentes y aún en tinieblas. Para tratar de brindar una interpretación de esto es que se ha escrito profusamente sobre el Instinto de Agresión, e incluso se han elaborado hipótesis de todo punto erróneas, tales como las que pretenden que la "agresividad especial" que posee el gallo de riña se halla enlazada a peculiaridades fisiológicas de las gónadas masculinas, y por tanto a la sexualidad viril. Esto se ha refutado convincentemente por varios experimentos relativos a los efectos del uso de hormonas, citados por prestigiosos escritores que indican sólo un aumento de la actividad sexual.
Dentro de la misma categoría caen aquellas especulaciones que intentan dar una localización anatómica de la agresividad, por ejemplo: aquellas que la radican en regiones específicas del encéfalo; esto es mecanismo metafísico y es evidente que, sin que ello implique contratos idealista o religiosos por parte de quien estas líneas escribe, zanjar una cuestión tan compleja con la puerilidad de creer que la materia se limita a todo cuerpo que se pueda pesar y medir es una ignorancia o estrechez intelectual.
Por otro lado están los que creen que invocando el "Instinto Agresivo" todo queda explicado.
Pero el gallero que observa los animales en la crudeza y en el fragor de la lucha posee un ojo educado que le indica que hay aún un arcano por desvelar, un misterio a resolver.
¡Y es que el Instinto Agresivo se confunde tan pronto con el Instinto de Conservación!.
El presente ensayo aspira a echar alguna luz sobre el arcano del gallo de riña, esa ominsciente entidad que todo gallero ha percibido precognocitivamente y que le ha producido esa sensación indefinida la de que su actividad entraña algo muy especial.
Ese hacho que hace sentir al gallero que su arte, más allá de las parcialidades de la subjetividad, involucra un arcano, un "algo" singular que separa a su afición de todas las demás del quehacer humano; que la diferencia de un modo muy definido, si bien no exclusivo, halla su origen en la particular forma de la materia que es el eje de los criterios selectivos del gallo de riña: materia psíquica, esto es, un instinto, carácter éste de un arduo y difícil manejo, por ser un cuerpo material que no es susceptible de ser pesado (imponderable) ni ser medido (inconmensurable) por tanto es carente de átomos.
Este instinto especial al cual se refirieron otros escritores en el pasado, aunque de modo erróneo e imperfecto en lo que a su ontología respecta, se halla en los individuos superiores entre los gallos de riña (gallus bankiva.sp), es decir, una elite, desarrollado en grado superlativo, en comparación al resto de las aves.
Este instinto especial que provoca la autodestrucción y la aniquilación del contrincante a toda costa, sobrepujando al Instinto de Conservación (homeostasis) he decidido llamarlo "Instinto Vulteránico" para distinguirlo del Instinto Agresivo.
Hubo un autor que en el siglo XIX realizó una descripción de este instinto aunque imbuida de la filosofía del romanticismo y que por ser un poeta y literato fue ignorado en la literatura psicológica científica, me refiero a Edgard Allan Poe (1809-1849).
La cita que efectúo no parecerá disgresiva, si tenemos en cuenta que muchos poetas con inclinaciones filosóficas han impulsado grandes avances científicos en la biología.
Se recordará a título de ejemplo al genial porta Goethe (1749-1832) quién incurrió en la Anatomía Comparada, descubriendo la homología existente entre pétalos y sépalos en las plantas (Die Metamorfhose der pflanzen - 1790) y descubriendo el hueso intermaxilar en la morsa (odobaenus rosmarus) así como de la famosa "Teoría Vertebral del Cráneo" en disputa con el célebre Oken (1779-1851).
Poe escribió sobre este instinto aunque dentro del espíritu del romanticismo y lo describe en su relato "El demonio de la perversidad" y lo denota como "espíritu de perversidad" para distinguirlo de la "combatividad" entidad ésta que era, en la ciencia frenológica de la época, el equivalente del actual concepto de "Instinto Agresivo".
Si bien Poe no indagó en sus causas, le reconozco como mi predecesor más antiguo, aún cuando perteneció a una escuela ideológica diferente; otro autor que trató de algunas manifestaciones de éste, fue Sigmund Freud (1856-1939) en su obra famosa "Más allá del Principio del Placer" (1919), pero inventó una entidad inexistente, sacada de conclusiones erróneas que son sólo fantasías hylozoístas ya que explicó su instinto "Tanathos" como una fuerza atávica que impelía al ser orgánico al retornar al estado inorgánico primitivo.
Según mi teoría, hay un instinto especial (el instinto Vulteránico) radicalmente distinto a los instintos agresivos, el cual, dado lo sumamente similar del aspecto, se confunde con el instinto agresivo en un instinto único, pero que es esencialmente distinto. Según esta tesis, todo individuo está compuesto de tres instintos:
1º) Instinto de conservación - (homeostasis, según Cannon, 1929) que asegura la perpetuación del individuo refrendando la nutrición y excreción y que asegura la perpetuación de la especie por medio de la reproducción o generación.
2º) Instinto de Agresión - Que es tan sólo una variante del anterior, y que merced la violencia y la lucha (oposición a influencias de otros individuos que atenten contra las funciones del instinto de conservación) lo cual puede o no conducir a la muerte del contrincante, es decir la influencia de ésta fuerza o energía instintiva cesa o se detiene en el exacto instante en que acciones externas hostiles a la integridad del instinto de conservación (homeostasis) son suprimidos y tornados inoperantes, lo cual, siendo que tales acciones externas son sede de un individuo o de varios individuos, puede o no acarrear la muerte de a ése o a esos individuos.
3º) Instinto Vulteránico - Este es la verdadera antítesis de los anteriores, ya que es una fuerza caótica, mefítica, cuya acción deletérea se nos presenta como incompatible con la vida y opuesta a ella.
En la instinto Vulteránico, la única función es tóxica en extremo, ya que la destrucción es su fin último.
La diferencia del instinto Vulteránico en respecto del instinto Agresivo, es que en el primero nada importa la conservación; toda vez que la energía liberada rebasa y sobrepuja las funciones defensivas del último.
Esta fuerza continúa operando mucho más allá del instante exacto en que las acciones externas, hostiles a la homeostasis, son suprimidas y tornadas inoperantes; lo cual es borroso y difícil de distinguir, pero que, dados los resultados posteriores, se evidencia que ha acontecido.
En efecto, cuando vemos que de dos rivales que contienden, uno de ambos daña y ataca al otro más allá de lo necesario, cuando esta energía puesta en acción pierde su carácter defensivo y torna a rebasar al propio envase que la contiene, es decir cuando la acción agresiva sobrepasa a su causa original, estamos contemplando la manifestación del instinto Vulteránico; en ese instante exacto en que se ha puesto en acción el mismo, vemos que se retroalimenta, y que el rival que sólo ha agredido hasta lo necesario, falto de escapatoria, sigue desplegando el instinto de agresión ordinario, el cual sólo parece servir de alimento al Instinto Vulteránico que aumenta de magnitud, se torna más acre en la parte más álgida de la lucha, se amplifica aún más con la saña y la carnicería y desemboca necesariamente en la destrucción de uno de ambos gladiadores o de ambos al mismo tiempo.
En el instinto de agresión ordinario, la destrucción de uno de los dos luchadores, es un hecho eventual, que puede o no suceder, siendo más común que exista un ganador sin que la muerte sea condición exclusiva de su triunfo. El derrotado no tiene porque morir indefectiblemente.
En el Instinto Vulteránico, la destrucción o muerte de uno de los dos luchadores es una condición general que siempre sucede y es necesaria. En él, la conservación es un hecho que puede o no suceder, en él el derrotado debe morir indefectiblemente o puede suceder que no haya un derrotado en absoluto, si de resultas de su acción ambos rivales son destruidos.
En el Instinto Vulteránico, cuando se hace posible distinguir entre un ganador y un perdedor, éste último (el vencido) siempre debe estar inexorablemente aniquilado; en él la muerte del derrotado en condición exclusiva del triunfo del vencedor.
Cuando los nerviosos y relampagueantes movimientos de una lucha (en que sabemos intuitivamente que ha emergido el instinto Vulteránico, y por ende la muerte pende como espada de Damócles sobre la cabeza de dos contrincantes) nos impiden discernir en el seno de cuál de ambos rivales se ha abierto la tapa de ésta caja de Pandora; llegamos a confundirnos y no nos es posible, por unos instantes distinguirle; pero así lo hacemos, efectivamente, cuando uno de los contendientes, a la menor oportunidad de escape, emprende la huida.
De ahí se desprende que, entre defensa y ataque no hay diferencia ninguna, en el caso del instinto de agresión ordinario; pero hay una profunda distancia en el caso del Instinto Vulteránico.
Si tenemos en cuenta a los alelos neutros y deletéreos, se prueba que es factible hallar instintos de ninguna utilidad para la continuidad de la vida e incluso instintos opuestos a la vida, como fuerzas actuantes en la matriz de la vida (individuos orgánicos).
A qué clase de alelos (1) alelos neutros, 2) alelos útiles, 3) alelos deletéreos) pertenece el Instinto Vulteránico que existe en el plasma germinal del gallo de riña, es cuestión sumamente ardua el saberlo; pero es seguro que no pertenece a los alelos útiles, ya que a éstos la Selección Natural los ha tornado comunes, vulgares y ordinarios, ya que ayudan o fomentan la conservación de la vida y la nutres y favorecen.
Este hecho, el del que el carácter capital del gallo de riña; es un alelo extremadamente raro, elitesco, excepcional, escaso, precioso, por haber sido eliminado vigorosamente por la Selección Natural; explica el porqué aún dentro del mundo de las aves de combate, es éste un arte tan arduo y dificultoso, y el porqué son tan contados y escasos los galleros de éxito y aún más los criadores talentosos.
El animal cobarde, ruin y grosero es el más común, prolífico y abundante, pues se halla sumamente arraigado a la vida y firmemente anclado a sus frutos; su agresividad es sólo una defensa, que aunque eventualmente lo torne un triunfador, es sólo expresión de su instinto de conservación.
Por contra el ave valerosa, majestuosa y noble, es la más rara, escasa y reproductivamete ineficaz, pues se halla débilmente sujeta a la vida, orgullosamente despectiva a sus bondades y placeres; su Instinto Vulteránico es siempre un ataque irrefrenable que busca la aniquilación del enemigo, en él nada importa el instinto de conservación, sólo busca infligir a su oponente calamitosa derrota, aún cuando su propia vida sea el precio a pagar por ello, se inmola así en pos de dar libre curso a una gallarda fiereza de aristocrática prosapia.
Esta clase de individuo, en cuyas venas fluye una sangre de la más principesca es de un rango más alto y constituye el arquetipo del ave soñada por el gallero.
Como hemos ya visto, seres de esta casta, son los más raros, escasos y preciosos y ello es debido a que su tendencia autodestructiva y destructiva en grado superlativo, es un carácter incompatible con la vida y por tanto han sido vigorosamente suprimidos por la Selección Natural.
Con la designación "Vulteránico/a - Vulturino/a" que he acuñado para esta entidad (el Instinto Vulteránico) y cuya etimología haya origen en la palabra latina "vultus" que denota aspecto o rostro, aludo al aspecto engañoso, mimético de este instinto camuflado que confunde con el instinto agresivo por la notable similitud entre ambos existente, similitud ésta meramente superficial.
Me despido enviando mis respetos a los lectores del presente trabajo
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